¿Por qué se arruga la piel de los dedos en el agua?

Con la llegada del calor, estar “en remojo” casi perpetuo se convierte en una opción más que apetecible, ya sea en la piscina o en la playa. En estas circunstancias, al llevar un rato sumergidos podemos observar un fenómeno común a todos los seres humanos: las yemas de las manos y de los pies se van arrugando de forma proporcional al tiempo que pasemos con esas zonas en contacto con el agua, e incluso la palma o la planta pierden su tersura.

Pero, ¿por qué solo ocurre en esa zona del epitelio y no en todo el cuerpo?

La explicación biológica

La lógica nos incita a pensar que puede deberse a que se acumula agua en la piel: mediante un proceso osmótico, el agua pasa por las capas más superficiales de la epidermis, haciendo que ésta se hinche.

El proceso está directamente controlado por el cerebro

Sin embargo, hoy en día se sabe (o se sospecha con bastante certeza) que se trata en realidad de un ingenioso mecanismo corporal de defensa para poder agarrarse mejor a superficies húmedas que responde a una reacción del sistema nervioso.

Es decir, que el proceso está directamente controlado por el cerebro. De hecho, desde los años 30 del siglo pasado se conoce el mecanismo de funcionamiento de este curioso proceso. En 1936, los científicos Thomas Lewis y George Pickering observaron durante la investigación a un paciente con daños en el nervio mediano (el que inerva varios dedos de la mano) que tras sumergir su mano en el agua, la zona controlada por ese nervio no se arrugaba.

Otro estudio científico llevado a cabo por la Universidad de Tel-Aviv en 2001 observó que en los pacientes con Párkinson, los dedos de las manos se arrugaban mucho menos que los de pacientes sanos al contacto prolongado con el agua.

Por ello, podría decirse que los dedos arrugados son síntoma de un sistema nervioso “sano”.

Esta respuesta del organismo sería una adaptación que podría equipararse a las llantas de los neumáticos

Diseño para el agarre

Según Mark Changizi, neurobiólogo evolutivo de los laboratorios 2AI de Idaho, esta respuesta del organismo sería una adaptación que podría equipararse a las llantas de los neumáticos: en liso se adaptan bien al asfalto seco, mientras que con lluvia las bandas de rodamiento son más seguras.

En 2011, este investigador constató evidencias de que los dedos arrugados hacían funciones de “bandas de rodamiento”, canalizando el agua fuera de los dedos cuando se mojan. Ello permitiría a los primates mantener su capacidad de agarre.

Dudas a resolver… aún

Una de las incógnitas que no resuelve el estudio del “arrugamiento” de la piel, en el caso de que su finalidad fuera la mencionada, es el tiempo necesario para que se produzca el proceso, que suele ser de unos 5 minutos. No se produce con el mero contacto, sino que necesita un tiempo para que suceda.

Tampoco porqué ocurre más rápido en contacto con el agua dulce en contraposición al agua salada, aunque esta circunstancia podría reflejar las condiciones en las que evolucionaron los primates.

Se trata en realidad de un ingenioso mecanismo corporal de defensa para poder agarrarse mejor a superficies húmedas que responde a una reacción del sistema nervioso

Diversos estudios posteriores arrojan resultados dispares: en 2013, neurocientíficos británicos demostraron que los dedos arrugados ayudan a la gente a manipular objetos húmedos. Por otro lado, en 2014 unos investigadores alemanes observaron que nos existían diferencias significativas en este sentido, independientemente de la rugosidad o sequedad de los objetos.

Lo cierto es que resulta difícil reproducir la realidad a escala de laboratorio, dadas las condiciones artificiales de éstos.

Otra curiosidad a sumar a este misterio es que las manos y los pies son las únicas zonas que se arrugan, aunque si la teoría sobre la evolución adaptativa es cierta, tiene sentido que así sea.

En relación a la recuperación, no existe peligro alguno por el exceso de “arrugamiento” dactilar, ya que la piel se retorna a su estado inicial tras un rato sin contacto con el agua.

Quien quiera hacer el experimento en la piscina, solo tiene que pasar un buen rato en remojo.

Un artículo de Iagua

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