Cuando la reutilización de las aguas depuradas es una necesidad

7:00 horas en cualquier lugar de las Islas Canarias. Alguien tira una colilla por el retrete y pulsa el botón de descarga. Entre 8 y 10 litros de agua se ponen en movimiento para evacuar ese residuo mal colocado.

En pocos segundos esa masa de agua limpia con colilla incorporada arrastra partículas y otros residuos de la red de saneamiento interior de la vivienda y se dirige rápidamente al alcantarillado público, encontrándose ahí, si las toallitas no se lo impiden, con un ingente flujo de agua, sólidos en suspensión, sedimentables, nutrientes, materia orgánica e innumerables elementos en los diferentes estados de la materia.

Aquí ya nuestra colilla pierde protagonismo. Miles de acciones ciudadanas, más o menos desafortunadas como la de nuestro fumador en vías de extinción, dan como resultado una impresionante corriente fluvial, de las que no tenemos en Canarias, que puede surcar un camino extenso de decenas de kilómetros de redes que se van uniendo e interconectando cual cuenca hidrográfica. Algunas de esas redes en su tortuoso camino cerca del litoral recibirán la caricia del sabroso (por salado) mar a través de infiltraciones regidas por el ritmo de la luna.

Probablemente nuestra humilde colilla, testigo asombrado de la magnitud inesperada de lo que se venía encima, llegue a un depósito oscuro y asfixiante dónde de la forma más inesperada posible, unas violentas máquinas se activarán con la fuerza de la electricidad, mayoritariamente generada con combustibles fósiles gracias a la “eficacia” de la reciente política energética nacional, para ser elevada a una cota que le permita seguir su viaje, ya más remansado, hacia una estación de tratamiento.

La realidad es que una parte importante de esa agua podría llegar a una de las más de 130 depuradoras que existen en las islas, de las cuales más de un 30% incorporan tratamientos terciarios dirigidos a potenciar la reutilización de las aguas, ya libre de colillas y de muchos otros compuestos contaminantes. Es más, del orden del 70% de los tratamientos aplicados incorporan algún tipo de tecnología de membranas (Electrodiálisis Reversible, Microfiltración, Ultrafiltración u Ósmosis Inversa) obteniendo en muchos casos un caudal de agua de extrema calidad.

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?, ¿por qué tanto empeño puesto en conseguir agua regenerada para su reutilización en Canarias? Quizás para dar respuesta a esas preguntas debemos volver a la vivienda de donde partió el agua acumulada en la cisterna.

¿De dónde vino esa agua? De un río seguro que no.

Dependiendo de en qué isla y en qué zona de cada isla nos encontremos tenemos dos orígenes principales del agua de suministro urbano, ambos con unos costes económicos y ambientales de gran relevancia. Una de las fuentes principales tradicionales han sido lasaguas subterráneas, desde los manantiales iniciales naturales que fluían cuando las islas más occidentales y centrales estaban en equilibrio, pasando por las galerías, auténtica mineríadel agua con miles de kilómetros perforados, hasta llegar a los miles de pozos canarios y modernos sondeos que llegan a extraer agua a más de 600 metros de profundidad en algunos casos, como si de petróleo se tratara.

Aquí es preciso recordar que el gran motor de este emprendimiento privado para perforar galerías y pozos no fue el abastecimiento de la población sino la floreciente agricultura de exportación. Sobre todo desde inicios del siglo pasado, cuando se introducen los cultivos de plátano y tomate, se inicia la fiebre del “oro líquido” en las islas de Tenerife, La Palma y Gran Canaria. Se emprende una actividad desaforada, y sin mucha consciencia de las consecuencias, por acceder a los frágiles acuíferos para captar el preciado líquido y, en muchos casos, para especular con él. El resultado ya en la segunda mitad del siglo XX, fueron unos acuíferos claramente sobreexplotados y en grandes zonas contaminados por intrusión marina, un precio del agua de riego especulativo y un abastecimiento claramente deficitario hacia la población.

Y en esto que llegó el turismo…, y también la desalación.

Nuestra colilla tiene casi un 100% de probabilidad de ser evacuada por agua desalada de mar si estuviera en Lanzarote o Fuerteventura, y más de un 70% si estuviera en Gran Canaria o en El Hierro y en bastante menor medida si estuviera en Tenerife.

Y, ¿qué supone todo esto? Pues básicamente dependencia energética. Canarias pasó de exportar agua durante casi todo el siglo pasado, en forma de plátanos y tomates, a importarla de forma creciente desde la segunda mitad de ese mismo siglo en forma de barriles de petróleo.

Con este panorama la reutilización de un recurso que ha costado tantos sacrificios ambientales, energéticos, tecnológicos y económicos, no sólo es una opción o alternativa, sino también una obligación moral con la sostenibilidad y con las generaciones futuras. De todas formas la reutilización se ha encontrado y se sigue encontrando con dificultades para su desarrollo pleno y seguro en las islas. Primero fue la desconfianza inicial, ya superada en la mayoría de los casos, luego fue la necesidad del desarrollo de las nuevas infraestructuras de tratamiento avanzado, de almacenamiento, transporte y distribución, además del reto tecnológico y de investigación para tratar con estas nuevas aguas.

Las iniciativas con más de 20 años como el proyecto de Demostración en Reutilización de Aguas (DEREA) en el sureste de Gran Canaria dónde ya se combinaban todo tipo de procesos de tratamientos terciarios por membrana y sistemas de desinfección, o el reto de transportar agua residual tratada a más de 70 km desde Santa Cruz de Tenerife al Sur de la Isla para el riego agrícola son un claro ejemplo de la apuesta por la reutilización como estrategia vital de futuro.

La reutilización de las aguas residuales tratadas e integradas en una estrategia de fomento de la economía circular y de adaptación alcambio climáticotienen, claramente, un importante potencial de sustitución de fuentes de recursos de otros orígenes con mayor coste medioambiental y de huella de carbono (desalación y aguas subterráneas)

A todo ello hay que sumar las tendencias del cambio climático para Canarias. En cada escenario futuro de emisiones planteado, de alto o bajo índice de emisiones, las temperaturas se incrementan. Se estima que en el año 2050 las precipitaciones descenderán un 10% y la humedad del suelo un 30%, y por tanto la disponibilidad de agua se verá alterada. Habrá más incendios forestales y aumentará la desertificación. Los cambios en los patrones de precipitación se concretan en el incremento de periodos secos y de fenómenos de lluvias extremas, así como y en el aumento de las tasas de evaporación del suelo.

Por último nos encontramos con las barreras normativas que hasta ahora entienden la reutilización como un delincuente potencialmente culpable hasta que no se demuestre lo contrario. En mi modesta opinión, la normativa vigente necesita evolucionar. Esperemos que la nueva propuesta europea sea una oportunidad para ello, para atender a la viabilidad de casos particulares como los pequeños caudales generados en zonas rurales y hoteles, tan comunes en las islas, y que reconozca los beneficios ambientales y estratégico de la reutilización. Esas nuevas normativas deben convertirse en herramientas útiles para fomentar la reutilización segura y viable de las aguas regeneradas y no un elemento coercitivo o disuasorio más, sin utilidad práctica aparente.

La reutilización de las aguas residuales tratadas e integradas en una estrategia de fomento de la economía circular y de adaptación al cambio climático tienen, claramente, un importante potencial de sustitución de fuentes de recursos de otros orígenes con mayor coste medioambiental y de huella de carbono (desalación y aguas subterráneas). Además, dado el desarrollo urbano, del saneamiento y de la depuración, se trata de una fuente de recursos hídricos creciente e independiente de situaciones de sequía, descentralizada en el territorio y cercana a las potenciales áreas de reutilización: áreas agrícolas y zonas verdes. Es fuente complementaria de nutrientes, lo que posibilita la reducción del uso de fertilizantes químicos. Dependiendo de las tecnologías utilizadas, por ejemplo en zonas rurales y con tecnologías extensivas, las propias estaciones de tratamiento pueden convertirse en sumideros de CO2 a partir de la producción de biomasa vegetal de valor añadido y fomentando la reforestación donde el agua es escasa. Asímismo, nos está aportando un recurso de compensación ante el incremento de la evapotranspiración sobre todo si se combina con sistemas de riego avanzados como el riego enterrado.

Finalmente nuestra colilla fue retenida en el pretratamiento de una depuradora y fue gestionada como el residuo sólido que nunca debió dejar de ser. A propósito, esta depuradora produce un agua regenerada que se ha ganado la confianza de los agricultores de la zona desde hace años, promueve el desarrollo local y la soberanía alimentaria de la zona, está ayudando a reverdecer el paisaje y recuperar los acuíferos, ayuda a minimizar el vertido al mar de efluentes garantizando unas zonas de baño excelentes y una biodiversidadmarina en equilibrio. Además, están pensando en invertir en renovables para mejorar la recuperación de costes, producir biogás e introducir formas innovadoras de gestión de la demanda asociada a la disponibilidad de renovables y que mejore incluso la estabilidad eléctrica del sistema insular. Toda una joya, ¿no creen?

Noticia extraída de: http://www.iagua.es/blogs/gilberto-manuel-martel-rodriguez/cuando-reutilizacion-aguas-depuradas-es-necesidad

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